miércoles, 23 de noviembre de 2011
Bestiario
Bestiario de Julio Cortázar, es una obra magnífica compuesta por ocho cuentos, que indagan sobre el ser humano y su naturaleza. A través del cuento corto y profundo, Cortázar nos sumerge en un mundo dónde el ser humano se encuentra con si mismo, su mente, su inconciente, sus bestialidades. Con “Casa tomada”, “Circe”, “Una carta para una señorita en París”, “La lejana”, “Bestiario”, “Ómnibus”, “Cefalea” y “Las puertas del Cielo”, Cortázar profundiza a través de la narración de situaciones cotidianas la visión del otro, la discriminación, la locura y lo increíble. Revela una dimensión nueva de las circunstancias comunes, colocando al lector en una innovadora posición frente a la realidad, esperando algo más de él. Publicado en 1951 es uno de los más célebres libros de este autor, ya que es uno de los primeros en el cual Julio Cortázar publica con su auténtico nombre. Es imposible no perderse en este mundo real y delirante a la vez, es inevitable no detenerse a pensar y a reconocer la bestia que como hombres, llevamos dentro.
Julio Cortázar
Julio Cortázar
Julio Cortázar (1914-1984), escritor argentino que fue un renovador del género narrativo, especialmente del cuento breve, tanto en la estructura como en el uso del lenguaje. Aunque nació en Bruselas, vivió en París la mayor parte de su vida —ciudad en la que murió— y en 1981 se nacionalizó francés, como protesta ante la toma del poder de las diferentes juntas militares en Argentina, es un autor argentino plenamente integrado en la literatura hispanoamericana.
Nació en Bruselas, pero sus padres se trasladaron a Buenos Aires en 1918, instalándose en el suburbio de Banfield, donde su madre pasó graves apuros para educarlo a él y a su hermana menor, una vez que el padre los abandonó. En ese lugar vivió Cortázar de los cuatro a los diecisiete años, y de él ha escrito: “Ese era mi reino, y he vuelto a él, lo he evocado en algunos cuentos, porque aún hoy lo siento muy presente, muy vivo”. Estudió en la Escuela Normal de Profesores, obteniendo el título de Profesor de Letras. Entre 1939 y 1945 enseñó Lengua y Literatura Francesa en varios institutos de la provincia de Buenos Aires, y más tarde, en la Universidad de Cuyo. En 1946, tras la llegada de Juan Domingo Perón al poder, renunció a su cargo. En 1949 viajó por primera vez a Europa; en 1951 consiguió una beca para realizar estudios en París, y ya en esta ciudad pasó a ser traductor de la UNESCO , trabajo que desempeñó hasta su jubilación. También realizó importantes traducciones literarias, entre las que destacan los Cuentos de Edgar Allan Poe o Robinson Crusoe de Daniel Defoe. Un rasgo importante de su vida es que a raíz de un viaje que realizó a Cuba, invitado por Fidel Castro, se convirtió en gran defensor y divulgador de la causa revolucionaria cubana, como años más tarde haría con la Nicaragua sandinista. Mantuvo, a lo largo de su vida, un compromiso político activo, sobre todo en defensa de los derechos humanos. Formó parte del Tribunal Russell II que, en 1973, juzgó en Roma los crímenes llevados a cabo por las dictaduras latinoamericanas. Resultado de esta actividad fue su libro Dossier Chile: el libro negro. En 1981 se le diagnosticó una leucemia que le causaría la muerte en 1984.
Viajero impenitente e intelectual abierto, fue uno de los protagonistas del boom de la literatura latinoamericana. Estos escritores consiguieron, a través de sus encuentros literarios y conferencias en diversos foros tanto de Estados Unidos como de Europa, sus relaciones con editoriales, sus colaboraciones con la prensa europea, un reconocimiento internacional para su obra, que, sin renunciar a sus raíces culturales, se universalizó tanto en temas como en estilos. Así, lo que empezó siendo un lanzamiento editorial de una nueva narrativa se convirtió en una presencia renovadora constante de la literatura, debido, por supuesto, a la calidad de las obras.
Obra
Gran parte de su obra constituye un retrato, en clave surrealista, del mundo exterior, al que considera como un laberinto fantasmal del que el ser humano ha de intentar escapar. En ese sentido, en el desarrollo de su narrativa fue importante el descubrimiento en 1932 de la obra de Jean Cocteau Opio, que le dio a conocer el surrealismo. En 1938 publicó bajo el seudónimo de Julio Denis un libro de poemas titulado Presencias, que nunca quiso volver a editar. Una de sus primeras obras, Los reyes (1949), es un poema en prosa centrado en la leyenda del Minotauro. El tema del laberinto reaparece en Los premios (1960), una novela que gira alrededor del crucero que gana un grupo de jugadores en un sorteo, y que se va convirtiendo a lo largo del relato en una auténtica pesadilla. El Cortázar de los cuentos ha creado escuela por sus propuestas sorprendentes, su aprovechamiento de los recursos del lenguaje coloquial y sus atmósferas fantásticas e inquietantes que pueden emparentarse con las de los relatos de su compatriota Jorge Luis Borges, que en 1946 publicó su primer relato, Casa tomada. El ritmo del lenguaje recuerda constantemente la oralidad y, por lo tanto, el origen del cuento: leídos en voz alta cobran otro significado. Lo curioso de estos relatos es que el lector siempre queda atrapado, a pesar de la alteración de la sintaxis, de la disolución de la realidad, de lo insólito, del humor o del misterio, y reconstruye o interioriza la historia como algo verosímil. Entre las colecciones de cuentos más conocidas se encuentran Bestiario (1951); Las armas secretas (1959), uno de cuyos relatos, “El perseguidor”, se ha convertido en un referente obligado de su obra; Todos los fuegos el fuego (1966); Octaedro (1974), que incluye el inquietante relato “Cuello de gatito negro”, y Queremos tanto a Glenda (1981). Entre el relato y el ensayo imaginativo de difícil clasificación se encuentran Historias de cronopios y de famas (1962), breves narraciones que insisten desde el humor en la necesidad imperiosa de “ablandar un poco el ladrillo todos los días”, es decir, romper la dureza del lugar común, abrir resquicios hacia un mundo, el de lo fantástico, que las convenciones ocultan o se resisten a admitir; La vuelta al día en ochenta mundos (1967) o Último round (1969), estos últimos concebidos como libros de miscelánea, en los que se entrecruzan poemas, cuentos, recortes periodísticos, citas, textos recogidos de la calle, como es el caso de las pintadas del mayo francés comentadas en Último round. También escribió algunos poemarios como Presencia (1938), Pameos y meopas (1971) o Salvo el crepúsculo (póstumo, 1985).
Cirse
Circe
En "Circe" se produce un paralelismo entre Delia la joven "fina y rubia, demasiado lenta en sus gestos" y Circe la hechicera de la mitología griega. Delia es quién sin piedad envenena a Mario, como a sus dos novios anteriores: "Los dedos se separaban dividiendo el bombón. La luna caó de plano en la masa blanquecina de la cucaracha (...)mezclados con la menta y el mazapan, los trocitos de patas y alas, el polvillo del caparacho triturado".
En la mitología griega Circe es hija de Helios, el titán preolímpico del Sol, y la oceánide Perseis, cuyos hermanos eran Eetes, el rey de la Cólquida, y Pasífae. Transformaba a sus enemigos o a los que la ofendían en animales mediante el uso de pociones mágicas y era conocida por sus conocimientos de herborística y medicina.
En la mitología griega Circe es hija de Helios, el titán preolímpico del Sol, y la oceánide Perseis, cuyos hermanos eran Eetes, el rey de la Cólquida, y Pasífae. Transformaba a sus enemigos o a los que la ofendían en animales mediante el uso de pociones mágicas y era conocida por sus conocimientos de herborística y medicina.
En la Odisea de Homero, se narra el episodio en el que Odiseo llegó a la isla de Eea, donde habitaba Circe, y mandó bajar a la mitad de la tripulación, quedándose él en su barco. Circe invitó a los marineros a un banquete, envenenando la comida con una de sus pociones, transformándolos en cerdos con una vara después de que se hubieran atiborrado. Sólo Euríloco, sospechando una traición desde el principio, logró escapar avisando a Odiseo y a los otros que habían permanecido en los barcos. Odiseo partió al rescate de sus hombres pero en el camino fue interceptado por Hermes, quien le dijo que se hiciese con algunas hierbas de moly para protegerse del mismo destino. Cuando Circe no pudo convertirlo en animal Odiseo le obligó a devolver a sus hombres la forma humana.
Más tarde Circe se enamoró de Odiseo y le ayudó en su viaje de regreso a casa después de que él y su tripulación pasasen un año con ella en su isla.
Casi al final de su Teogonía (1011f ) Hesíodo cuenta que Circe tuvo tres hijos de Odiseo: Agrio (por lo demás desconocido), Latino y Telégono, quien gobernó a los etruscos.
Dionisio de Halicarnaso (1.72.5) cita que Xenágoras el historiador afirmaba que Odiseo y Circe tenían tres hijos: Romo, Antias y Árdeas, epónimos de las ciudades de Roma, Anzio y Ardea respectivamente.
Se dice que Circe también purificó a los argonautas por la muerte de Apsirto, conformando una tradición arcaica.
En historias posteriores, Circe transformaba a Pico en un pájaro carpintero por rechazar su amor, y a Escila en una criatura monstruosa con seis cabezas de perro cuando Glauco, otro objeto de los afectos de Circe, declaraba su amor eterno hacia aquélla.
En “Las puertas del cielo”, se repite a mi modo ver, la discriminación con la visión del otro. Marcelo y Mauro, ambos amigos, a pesar de que denotaban amor en Celina, la consideraban un monstruo o “cabecita negra” de las milongas, como se decía en la época. Juzgaban sus gustos musicales, su origen mestizo, su manera de bailar ("mirando de reojo a Mauro, yo estudiaba la diferencia entre su cara de rasgos italianos, la cara del porteño orillero sin mezcla negra ni provinciana, y me acordé de repente de Celina más próxima a los monstruos, mucho más cerca de ellos que Mauro y yo"). La extrañaban, claro, pues no podían evitar ir a ese “antro”, el cual creían era típico de Celina y los OTROS, los monstruos. Los observaba con fascinación:"Me parece bueno decir aquí que yo iba a esa milonga por los monstruos, y que no sé de otra donde se den tantos juntos. (...) Van a eso, los monstruos se enlazan con grave acatamiento, pieza tras pieza giran despaciosos sin hablar, muchos con los ojos cerrados gozando al fin la paridad, la completación.". Por esto no parece extraño que ellos la vean viva, allí, donde ella era feliz y disfrutaba de la música: “(…) Celina que estaba ahí sobre la derecha, saliendo del humo y girando obediente a la presión de su compañero, quedó un momento de perfil, y alzó la cara para oír la música.”.
Carta a una señorita en Paris y la esquizofrenia
En "Una carta para una señorita en París", el narrador sufre un caso de esquizofrenia del tipo desorganizado, pero ¿Qué es la esquizofrenia y cuáles son sus variedades? Es una enfermedad del cerebro que se manifiesta por múltiples signos y síntomas que involucran el pensamiento, las emociones, la percepción, el movimiento y la conducta. Dichas manifestaciones se combinan en varios sentidos, creando considerables divergencias de cuadros clínicos entre las personas que la padecen, pero la acumulación de los efectos de la enfermedad es siempre severa y usualmente muy prolongada. El mismo término de psicosis no tiene una definición de aceptación unánime. El término psicótico, en sentido estricto, se refiere a las ideas delirantes y a las alucinaciones manifiestas(como los conejos que vomita el autor, repitidos, a partir del cual reacondiciona su conducta). Para facilitar el diagnóstico y el tratamiento los psiquiatras, se ha creado una clasificación de la esquizofrenia, basándose en la experiencia e investigación de las conductas, síntomas y sentimientos que describen las personas que padecen esquizofrenia y en las observaciones de los familiares, médicos, enfermeras y psiquiatras.
- Tipo desorganizado (también llamado hebefrénico). Tiene los criterios diagnósticos como problemas precoces de concentración, del humor, confusión e ideas extrañas, lenguaje muchas veces incoherente, difícil de entender o disperso, delirios ó falsas creencias confusas, no demuestran emoción, o responden de forma inadecuada, por ejemplo con risas extemporáneas.
- Tipo catatónico. El criterio diagnóstico para este tipo incluye estupor catatónico (poca reacción a los estímulos) o mutismo; inmovilidad que implica resistencia a ser físicamente desplazado, posturas rígidas ó extravagantes (bizarras) y actividad física exaltada sin motivo aparente.
- Tipo paranoide. Se caracteriza por extrema desconfianza, delirios y/ó alucinaciones con persecución; a veces una exagerada autosuficiencia; ansiedad, enojo, provocar peleas, celos y violencia ocasional sin motivo aparente.
- Tipo residual. Se utiliza este criterio cuando existió por lo menos un claro episodio sin que persistan síntomas psicóticos visibles. Continúan, no obstante, otras señales claras de la enfermedad como Retracción social, una conducta excéntrica ó bizarra o emociones y pensamientos inadecuados.
- Tipo indiferenciado. Algunas veces los síntomas psicóticos graves no se pueden clasificar dentro de los tipos mencionados, o pueden corresponder a más de un tipo de esquizofrenia. Hoy se habla de grupos de síntomas:
- Grupos de síntomas positivos.
- Grupos de síntomas negativos.
- Grupos de síntomas de cambio del humor.
- Grupos de síntomas de la conducta.
- Grupo de síntomas relacionados con la comprensión.
Cefalea
Cefalea
En “Cefalea” se produce nuevamente las manifestaciones mentales en el mundo real. En este caso en vez de ser los conejitos, esta pareja veía a las denominadas mancuspias. Las mismas, significan una ardua tarea, una disposición plena ny agotadora que les demandaba el día completo: “Nos cuesta cada vez más atender a los animales enfermos-esto se hace a las once-y revisar las crías después de la siesta. Nos parece cada verz más penoso andar, seguirla rutina.”. Aquí también se vislumbra, que lo laborioso de trabajar con ellas, se había vuelto una rutina cronometrada, un trabajo cuantificado que les exigía cada hora del día. Esto sumado a sui casa de hipocondría, los llevaba a estar siempre al borde del desfallecimiento, siempre a la espera del fin del sufrimiento.".Como pareja, compartían tan sólo la actividad y al parecer los hábitos marcados, habían desecho su relación: “Antes era un momento dulce, el recuento de episodios y esperanzas. Pero desde que no nos sentimos bien parece como si hasta hora fuese más pesada. Vanamente nos engañamos con el arreglo del botiquín, siempre al final nos vamos quedando callados en la mesa (…)”. Pero como en “Una carta a una amiga en París”, cuando el desorden llega, la locura invade los espacios reales, se adueña de su mente y el entorno (en este caso dado por la huida de “el chango” y Leonor). Eso que antes solo habitaba la psiquis es “algo viviente [ que] camina en círculo dentro de la cabeza, también lo leímos y es así, algo viviente camina en círculo. No estamos inquietos, peor es afuera, si hay afuera.".
Casa Tomada
Casa Tomada
¿Alguna vez te preguntaste cómo reaccionarías si te robaran? ¿Y si eso fuera tu tesoro más preciado? ¿Si eso hubiera sido una herencia, el rezago de toda tu familia? ¿Te preguntaste algún día que te sucedería si de pronto, tras un ruido detrás de la puerta, te encuentras con tu casa tomada? El humano es único. Pero a la vez, es un ser de variedad magnífica: sus individuos son sumamente diferentes entre ellos. Es eso, acaso, lo maravilloso del hombre: la distinción, lo particular de cada reacción, de cada mirada, cada pensamiento. En una primera lectura, me sorprendió la desidia de Irene y su hermano. Me impactó la resignación, la carencia de indignación. No obstante, no deja de estremecerme la profunda rutina de abandono que entablaban ambos. La relación entre Irene y su hermano, que hasta podría considerarse fría, con una distancia perturbadora. Cada uno ensimismado en sus pequeños actos, que podrían observarse como un método de desahogo, de canalización: en los tejidos de Irene, y su familiar con su eterna literatura francesa. Sin embargo, con el tiempo, supe ver en aquellas actividades las pequeñas tradiciones, rutinas que los hacían felices. Llegué a interpretar sus hábitos como ritos, movimientos dados para su convivencia, en esa casa espaciosa y antigua. Como hallaban en cada limpieza una sensación de jactancia: “Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia”.
Por ello, me resultó intrigante la reacción de los hermanos frente a una situación que corrompe su orden establecido, un “otro” (que se manifiesta a través de ruidos) que los alejo de su receta para la armonía. En la primera ocasión, el hermano de Irene oyó ruidos tras la puerta, la cual se encargó de cerrar precipitadamente, aunque prefirió ir a la cocina, calentar la pava y recién en ese instante, comunicarle a su hermana lo sucedido: “Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo”. A esta noticia Irene reaccionó dejando caer su tejido (su rito), aunque, luego lo escogió diciendo “Entonces tendremos que vivir de este lado”.
Sin embargo, luego recordé lo que el mismo narrador había confesado, lo que podría haber sido la causa de su resignación y no reclamo sobre sus casa:”Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.”. ¿Y si que les hallan tomado la casa significaba un alivio para ellos?¿Si realmente preferían que su casa este habitada por desconocidos antes que por sus “vagos y esquivos primos”?¿Preferirían ustedes esto?¿Se quedarían en la calle, sin sus pertenencias, para que su CASA fuera TOMADA?
Carta a una señorita en Paris
Carta a una señorita en París
En “Carta a una señorita en París”, el narrador le confiesa a su amiga Andrée en una carta que él vomita conejos. Esto no es más que la personificación de sus temores, el gráfico blancuzco de su locura. Evidentemente, el narrador enfrentaba un desorden psíquico, algo dentro de sí que lo atormentaba, pero había aprendido a manejar: “Yo tenía perfectamente resuelto el problema de los conejitos. Sembraba un trébol en el balcón de mi otra casa, vomitaba un conejito, lo ponía en el trébol y al cabo de un mes (…) le regalaba el conejo ya crecido a la señora Molina.”. Pero cuando se mudó a la casa de Andrée, el orden impoluto de su departamento, el adaptarse a un lugar que no era el suyo, lo desestabilizó. Comenzó a vomitar conejitos con más frecuencia, cada vez más rápido sus episodios se repetían, su temor se hacía presente en su cabeza. Invadían su sueño y todo su tiempo, para evitar que Sara lo descubra:”(…)Son las tres de la tarde, pero le escribo en la noche de ellos. (…)A las cinco de la mañana los pongo en el armario y hago la limpieza. Por eso Sara encuentra todo bien aunque a veces le he visto algún asombro contenido (…)”. Sin descanso, la pesadilla lo consumió cuando vomitó el conejo numero once. El nuevo orden que había establecido a fuerza de sacrificio se derrumba nuevamente, esta vez sin más fuerzas para superarlo. Las visiones que se daban lugar en su mente, se desbordaron en su vida cotidiana inevitablemente, fue por lo cual eligió el suicidio: “No ya con once, porque decir once es seguramente doce, Andrée, doce que será trece (...) No creo que les sea difícil juntar once conejitos salpicados sobre los adoquines, tal vez ni se fijen en ellos, atareados con el otro cuerpo que conviene llevarse pronto, antes de que pasen los primeros colegiales.”.
Óbnibus
Ómnibus
En “Ómnibus”, vuelve a aparecer la presencia del otro, pero ya no en la mente sino en la vida cotidiana, en la realidad, representada desde el punto de vista del “Discriminado”. En este caso, Martín y Clara, se ven incómodos al observar que todos los pasajeros del ómnibus 168 poseían flores y su rumbo era el cementerio de Chacarita. Ellos tenían destino a Retiro y llevaban las manos vacías. Ellos eran vistos y señalados como los otros, presionados por sus ojos que les indicaban que faltaban a lo establecido: “En el fondo del ómnibus, instalados en el largo asiento verde, todos los pasajeros miraron hacia Clara, parecían criticar alguna cosa en Clara que sostuvo las miradas con un esfuerzo creciente, sintiendo cada vez era más difícil (…).”. Ellos observan la diferencia que los demás establecían, veían que eran los otros: “El viejo de mi asiento con sus claveles apelmazados, con esa cara de pájaro. A los que no vi bien fue a los de atrás. ¿Usted cree que todos...?
- Todos – dijo Clara -. Los vi apenas había subido. Yo subí en Nogoyá y avenida San Martín, y casi en seguida me di vuelta y vi que todos, todos...”. También se puede apreciar la violencia que genera la discriminación, cuando los pasajeros bajan en Chacarita: “El conductor salió del asiento como deslizándose, el guardia quiso sujetarlo de la manga, pero se soltó con violencia y vino por el pasillo, mirándolos alternadamente, encogido y con los labios húmedos parpadeando.”. Además esa situación produjo en ellos la necesidad de pertenecer, de ser aceptados, o al manos no discriminados : “El florista estaba a un lado de la plaza, y él fue a pararse ante el canasto montado en caballetes y eligió dos ramos de pensamientos. (...) Pero cuando siguieron andando (él no volvió a tomarla del brazo) cada uno llevaba su ramo, cada uno iba con el suyo y estaba contento.”. Incluso la unión entre ellos fue breve, fue tan solo lo que perduró el miedo, la marginación.
La Lejana
La lejana
En el cuento “La Lejana ”, se produce otra evocación a la mente como en “Carta para una señorita en París” y al “otro” como en “Casa Tomada”. En este caso Alina Reyes, posee un “otro interior” personificado en una mendiga. Ella se siente dividida en dos, con otra lejana, que siente sufrir: “Me acuerdo que un día pensé «Allá me pegan, allá la nieve me entra por los zapatos y esto lo sé en el momento, cuando me está ocurriendo allá yo lo sé al mismo tiempo ¿Pero por qué al mismo tiempo? A lo mejor me llega más tarde, a lo mejor no ha ocurrido todavía (...)”. Ella posee una unión con aquella que se encuentra lejos,
la siente cerca. Cuando ella viaja en busca de ella misma, se produce un encuentro entre ellas: su yo y su otro yo. En ese momento se unen, y se siente completa. Luego se vuelven a dividir, con Alina (su yo) en el cuerpo de la otra, convertida en la mendiga y grita, "De frío, porque la nieve le estaba entrando por los zapatos rotos, porque yéndose camino de la plaza iba Alina Reyes, lindísima en su sastre gris, el pelo un poco suelto contra el viento, sin dar vuelta a la cara y yéndose.".
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