Julio Cortázar
Julio Cortázar (1914-1984), escritor argentino que fue un renovador del género narrativo, especialmente del cuento breve, tanto en la estructura como en el uso del lenguaje. Aunque nació en Bruselas, vivió en París la mayor parte de su vida —ciudad en la que murió— y en 1981 se nacionalizó francés, como protesta ante la toma del poder de las diferentes juntas militares en Argentina, es un autor argentino plenamente integrado en la literatura hispanoamericana.
Nació en Bruselas, pero sus padres se trasladaron a Buenos Aires en 1918, instalándose en el suburbio de Banfield, donde su madre pasó graves apuros para educarlo a él y a su hermana menor, una vez que el padre los abandonó. En ese lugar vivió Cortázar de los cuatro a los diecisiete años, y de él ha escrito: “Ese era mi reino, y he vuelto a él, lo he evocado en algunos cuentos, porque aún hoy lo siento muy presente, muy vivo”. Estudió en la Escuela Normal de Profesores, obteniendo el título de Profesor de Letras. Entre 1939 y 1945 enseñó Lengua y Literatura Francesa en varios institutos de la provincia de Buenos Aires, y más tarde, en la Universidad de Cuyo. En 1946, tras la llegada de Juan Domingo Perón al poder, renunció a su cargo. En 1949 viajó por primera vez a Europa; en 1951 consiguió una beca para realizar estudios en París, y ya en esta ciudad pasó a ser traductor de la UNESCO , trabajo que desempeñó hasta su jubilación. También realizó importantes traducciones literarias, entre las que destacan los Cuentos de Edgar Allan Poe o Robinson Crusoe de Daniel Defoe. Un rasgo importante de su vida es que a raíz de un viaje que realizó a Cuba, invitado por Fidel Castro, se convirtió en gran defensor y divulgador de la causa revolucionaria cubana, como años más tarde haría con la Nicaragua sandinista. Mantuvo, a lo largo de su vida, un compromiso político activo, sobre todo en defensa de los derechos humanos. Formó parte del Tribunal Russell II que, en 1973, juzgó en Roma los crímenes llevados a cabo por las dictaduras latinoamericanas. Resultado de esta actividad fue su libro Dossier Chile: el libro negro. En 1981 se le diagnosticó una leucemia que le causaría la muerte en 1984.
Viajero impenitente e intelectual abierto, fue uno de los protagonistas del boom de la literatura latinoamericana. Estos escritores consiguieron, a través de sus encuentros literarios y conferencias en diversos foros tanto de Estados Unidos como de Europa, sus relaciones con editoriales, sus colaboraciones con la prensa europea, un reconocimiento internacional para su obra, que, sin renunciar a sus raíces culturales, se universalizó tanto en temas como en estilos. Así, lo que empezó siendo un lanzamiento editorial de una nueva narrativa se convirtió en una presencia renovadora constante de la literatura, debido, por supuesto, a la calidad de las obras.
Obra
Gran parte de su obra constituye un retrato, en clave surrealista, del mundo exterior, al que considera como un laberinto fantasmal del que el ser humano ha de intentar escapar. En ese sentido, en el desarrollo de su narrativa fue importante el descubrimiento en 1932 de la obra de Jean Cocteau Opio, que le dio a conocer el surrealismo. En 1938 publicó bajo el seudónimo de Julio Denis un libro de poemas titulado Presencias, que nunca quiso volver a editar. Una de sus primeras obras, Los reyes (1949), es un poema en prosa centrado en la leyenda del Minotauro. El tema del laberinto reaparece en Los premios (1960), una novela que gira alrededor del crucero que gana un grupo de jugadores en un sorteo, y que se va convirtiendo a lo largo del relato en una auténtica pesadilla. El Cortázar de los cuentos ha creado escuela por sus propuestas sorprendentes, su aprovechamiento de los recursos del lenguaje coloquial y sus atmósferas fantásticas e inquietantes que pueden emparentarse con las de los relatos de su compatriota Jorge Luis Borges, que en 1946 publicó su primer relato, Casa tomada. El ritmo del lenguaje recuerda constantemente la oralidad y, por lo tanto, el origen del cuento: leídos en voz alta cobran otro significado. Lo curioso de estos relatos es que el lector siempre queda atrapado, a pesar de la alteración de la sintaxis, de la disolución de la realidad, de lo insólito, del humor o del misterio, y reconstruye o interioriza la historia como algo verosímil. Entre las colecciones de cuentos más conocidas se encuentran Bestiario (1951); Las armas secretas (1959), uno de cuyos relatos, “El perseguidor”, se ha convertido en un referente obligado de su obra; Todos los fuegos el fuego (1966); Octaedro (1974), que incluye el inquietante relato “Cuello de gatito negro”, y Queremos tanto a Glenda (1981). Entre el relato y el ensayo imaginativo de difícil clasificación se encuentran Historias de cronopios y de famas (1962), breves narraciones que insisten desde el humor en la necesidad imperiosa de “ablandar un poco el ladrillo todos los días”, es decir, romper la dureza del lugar común, abrir resquicios hacia un mundo, el de lo fantástico, que las convenciones ocultan o se resisten a admitir; La vuelta al día en ochenta mundos (1967) o Último round (1969), estos últimos concebidos como libros de miscelánea, en los que se entrecruzan poemas, cuentos, recortes periodísticos, citas, textos recogidos de la calle, como es el caso de las pintadas del mayo francés comentadas en Último round. También escribió algunos poemarios como Presencia (1938), Pameos y meopas (1971) o Salvo el crepúsculo (póstumo, 1985).
me encanto todo la infancia de Cortazar, muy alusoria a su libro.
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